miércoles, 11 de noviembre de 2015

El mal -por sinrazón- es realizado -objetivamente- por personas, por grupos y por países; así que un país que realiza el mal, invalida en una proporción su cultura y mi deber u obligación ética es, sin excusas y sin demora, condenarlo  -sí o sí éticamente-  tenga el poder que tenga tal país. Al igual que es mi absoluta e ineludible obligación actuar contra un maltrato a la naturaleza,  por ejemplo.
La verdad jamás debe doblarse para que se monte en ella un país por mucho mal  y poder que tenga.
El error, la complicidad con el error y la sinrazón siempre son propios de todos excepto de quien demuestra razón (o sea, que la demuestra inengañablemente con cientos de pruebas irrebatibles además por aval). Por eso, en claro desproteger a quien demuestra absoluta u objetivamente es una acción bárbara, diabólica o nazi.

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